martes, 15 de septiembre de 2009

Presentación de Diario en Pena, de Sebastián Astorga


(de izquierda a derecha: Sebote El Bothe, Ignacio "El pulcro" Del Real, Sebastián Astorga A)

SOBRE “DIARIO EN PENA”, DE SEBASTIÁN ASTORGA

Qué decir en estos casos. Qué decir de este libro, que he leído, releído, mano a mano con Sebastián. Qué destacar, cómo abordar, cuando hemos confundido nuestras escrituras en un maravilloso viaje.

Diario en Pena, laureado libro de Astorga, ópera prima del autor, se presenta como un libro de poesía, muy lejos de una colección de poemas, compuesto de poemas breves que se enlazan unos a otros, conformando un libro sólido. En sus versos, sitúa la naturaleza, sus desastres, su fuerza, su inmensidad como metáfora inagotable…

“No se puede dormir tranquilo
es un hecho
se inundan las sábanas
la columna es un leño contra las rocas”

*

“Ahora partidos por un océano”

*

“Soñé que nadábamos a la Argentina
al lugar donde se van a aparear las ballenas”

*

“Está nublado dentro y fuera de la pieza”

*

Fiel a sus principios, a sus silencios, el libro carece de esas odiosas grandilocuencias , los poemas, se componen de manera brillante, de una pulcritud que asombra; secos, redondos en su estilo, en su forma, lleno de imágenes y calma –dentro de la evidente desesperación de este libro- asombroso, sabiendo que se pueden escribir textos tan deleznables y cursis bajo el pie forzado del dolor amoroso , escritos con resignación, a veces riéndose de sí mismo, a veces llenos de ironía.

Como si hubiera una confabulación, o como si Astorga hubiese seguido al pie de la letra las cartas de Rilke al joven poeta, pero porfiando y con testarudez, logra este libro…

“No escriba poesías de amor; apártese ante todo de esas formas que son demasiado corrientes y habituales: son las más difíciles, porque hace falta una gran fuerza madura para dar algo propio donde se transmiten a la multitud tradiciones buenas y, en parte, también brillantes” (Cartas a un joven poeta, 22, Rainer Maria Rilke)

“Por eso sálvese de los temas generales y vuélvase a los que le ofrece su propia vida cotidiana: describa sus melancolías y deseos, los pensamientos fugaces y la fe en alguna belleza: descríbalo todo con sinceridad interior, tranquila, humildemente, y use, para expresarlo, las cosas de su ambiente, las imágenes de sus sueños y los objetos de su memoria” (Idem, Ibidem)

Y eso hace Sebastián, un libro lleno de zanahorias, compac disk, cajas, departamentos, cervezas, refrigeradores, brócolis, zapallos italianos, alambres de púas, vueltas a la manzana, lechugas, pimentones, piscolas, botellas de anís y los bellos objetos de su memoria, los casi indecibles, los casi cursis y vergonzantes, se contrapesan con todo lo estrictamente antipoético, que es la poesía al fin y al cabo, el recambio evidente y brillante, dejándonos con la pregunta de rigor, hasta dónde es poesía, qué es poesía, además de meternos en un mundo tan conocido y cercano, sincero, cotidiano.

También, el autor, se va acompañando de sus lecturas, que lo justifican y anclan el libro; San Agustín, Lao Tse, Gonzalo Rojas, Joseph Conrad, Dostoievski, Pavese, Barthes finalmente, cerrando el libro. También aparece la música, cosa que quizás caracteriza su poesía, su forma de hacer arte.

En los peores momentos aparecen Víctor Jara, Nick Drake, Miles Davis, Leonard Cohen, Los Ramones, dando a entender la posibilidad de una conspiración. Cuántas veces hemos pensado realmente, sin ninguna duda, en casos como estos, que somos víctima de una conspiración…

“Hay definitivamente una conspiración
me come la tristeza
y Leonard Cohen aparece
-así como así-
cantando.”

*

“Hasta Los Ramones suenan melancólicos”

*

“No hay nada más difícil
que vivir sin ti
grita la radio en todas las esquinas.”


Borges nos dice en su libro Elogio de la Sombra “Dichosos los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria”…está también es para ti, si te hubiese conocido antes, si me hubiese leído el libro del que cito antes “Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor”. O lo que me dijo Diego Maquieira “Esto es para valientes” Qué cosa, ¿la poesía? la vida, la muerte, el amor, las mujeres, cada paso, cada caminata, cada silencio, cada grito, cada locura, cada momento de tedio, Qué cosa, ¿la poesía? Hoy pienso que sí.

Tuvimos que esperar tres años para tener este libro a nuestra disposición. Quizás, la historia es lo que protege a Sebastián. “Demorándome” responde siempre Gonzalo Rojas al preguntarle como se llega a componer un buen libro, un buen poema. Creo que es el momento preciso, exacto.
Diario en Pena por fin aparece.

Me parece un error relacionar la poesía de Astorga tan cerca de Claudio Bertoni. No nos podemos olvidar de Cardenal, Sandro Penna, de todos los que han hecho poesía “objetiva” y menos de Sebastián. Defiendo a muerte la existencia de un registro propio, de esa llamada “voz”, que tarde o temprano aparecerá ante ustedes en otros libros, como “Imágenes del ocio” o “Juego de Cartas”. Ese tono casi sin tono, esa contención de telegrama, lo justo, “menos es más”.

Casualmente, la idea original de esta publicación, estaba ligada a la construcción de un gran papiro. Y justamente –como escribí por ahí alguna vez- este libro se lee para “el lado”, aunque Sebastián escriba para “abajo”, pero sabemos que la escritura, justamente, no tiene que ver con la posición de las letras o el género, lo que es, se ve en otro lado, en la lectura.

Quisiera decir algo, que, no tiene directa relación con “Diario en Pena”, pero sí con Sebastián, con este momento que considero histórico, por lo menos, entre los que nos rodeamos. Creo que no es casual la unión que se ha ido forjando poco a poco, y resalto esto, sin premeditaciones. La aparición de de el pintor Ignacio Del Real (Autor de la portada de Diario en Pena), la aparición, o reencuentro con el pintor Sebastián Maquieira. Cómo no, Malaletra editores. También, la aparición de Perrosky y Carlos Cabezas, quienes trabajaron codo a codo con Puta Marlon, banda de Sebastián y mis amigos, banda que va como avión, pero por tierra, en su primera gira por Sudamérica.

En definitiva creo que algo está ocurriendo, algo termina de afianzarse hoy en este lugar. Por lo menos algo entre nosotros, los amigos, Los Destemplados… Finaliza o empieza un año brutal, donde por fin se hace público nuestro trabajo individual que finalmente es grupal. Es por eso que estamos acá, Jung lo llamó Sincronía, Nietzsche “Círculo del Eterno Retorno”… Yo no tengo idea, pero estoy emocionado, los pelos se me erizan, y eso dice mucho más.

Santiago, 25 de marzo de 2009

Gabriel Zanetti

Presentación de Cordón Umbilical, por Sara Jordán



Cuando hice mi primera lectura de Cordón Umbilical, sugestionada por un título tan concreto y por el complejo de Edipo, me percaté de que no estaba de ningún modo equivocada al seguir el lineamiento de Freud. Asimismo, afronté la estética del “menos es más” perteneciente al imaginismo y a la poesía de Enrique Lihn, a quien sé Gabriel admira mucho.

Pero quien dialogó conmigo en esa aventura de la vida, de tejer textos, no fue Gabriel, sino un hablante semejante a la visión del poeta hölderliniano, un niño pequeño que hace y deshace como Dionisio, con su creatividad, desborde e incluso crueldad, pero en este caso, además de ser un niño, era un testigo y también un protagonista. En otras palabras, un niño, como testigo, me guió a medida que avanzaban las páginas. Es por esto que estar ante Cordón Umbilical es estar desde esa mirada limpia, como si se tratara de un poema épico para salir del hogar, donde las cosas hablan por sí solas como cuando leemos los cuentos de Raymond Carver. Esa limpieza, que a veces aparenta una inusitada ingenuidad, se trasforma en el modus operandi de muchos poemas que desbordan el lenguaje y dicen más por lo que sugieren que por lo que dicen. Esa es la misma limpieza de mirada que nos habla a lo largo del tiempo poético, conforma la estructura formal del poema y se compenetra con el testimonio, como un vidrio traslúcido, como un veneno en pequeñas dosis.

El dilema del poeta edípico, en cuanto al padre, se dilucida extrañamente en el poema de apertura, cuando éste comienza a pedir perdón a su hijo por haberlo traído al mundo: “Perdóname no elegir una madre/ sino una mujer para tu padre// Perdóname hijo/ por no querer tenerte./ Sé lo que te digo./ La memoria no da para tanto(…) Perdóname/ porque te perdono/ que vengas de mi sexo y no de otra parte.” La tirria de Edipo se disipa ante estas palabras, que son el revés del padre del Edipo que todos conocemos, así como el contrapunto sería la madre de Baudelaire que aparece en el poema “Bendición” de Las flores del mal:

-¡Ah!, ¿por qué no parí todo un nido de víboras
En vez de alimentar esta triste irrisión?
Maldita sea la noche de efímeros placeres
En la cual concibió mi vientre el castigo.

Asimismo, la contraparte del padre del poema arguye:

Perdóname
por traerte y no
pensar en ti y no hacerlo.

Por muy increíble que parezca, la similitud y conexión entre ambos poemas se da por el rol enrevesado de cada una de las figuras desde el complejo de Edipo. La madre de Baudelaire es cruel y sádica, mientras el padre del hablante es sincero y benevolente. Se provoca un cruce mental por las características anómalas, ya que la madre es cobijo y seguridad, criadora de emociones y el padre una figura de autoridad, patriarcal y no necesariamente paternalista.

De este modo, dadas las disculpas del padre, aparece en Cordón Umbilical la madre como una mujer idílica, como una Eva antes de la manzana en el Edén, en cuanto aún permanece dentro del vientre materno: “Algo debes haber escuchado/ en la cuna perfecta/ llamada madre, llamada amor” y siente que nunca alcanzará el tiempo para decirle a la madre todo lo que le quisiera decir de verdad antes de que muera.

Dibujados los padres, comenzamos a aventurarnos en un proceso de independencia que pretende la salida del hogar para comenzar una vida nueva, con las propias reglas del hablante, pero por el momento hay que resistir y se requiere un “ajuste de reglas” para poder sobrellevar la tormentosa tensión emocional en la casa paterna. Así, el hablante hace una fuga, se evade intentando proyectar con elucubraciones cuál sería la vida de su familia cuando cada uno viva por su lado: una vida en que habrá límites individualistas, de carácter frívolo, en que sólo se encontrarían para ceremonias y en medio del llanto dirán,

Yo soy sólo mío.
Yo soy sola
Mente mía
¿Con quién me muero ahora?

¿Es ella la que está sola? ¿O es su mente la que es suya y sola? ¿O es él de nadie sino de sí? Pero luego vamos observando que esa madre idílica, madre-amor ya ha caído a tierra y es la mala dentro del círculo familiar. Ahora que ya ha caído la madre, y que por lo tanto el complejo de Edipo ha disminuido, el padre ausente hace que el hablante deje de tener con quién pelear, ya que se nos evidencia que ahora los progenitores están separados. La confusión del hablante reina cuando no comprende por qué el padre lo trata como si fuesen amigos; cuando la madre le repite que es su casa y él debe respetar sus reglas y se invierten los roles al punto que el hablante no sabe quién es hijo de quién. Como una reacción a ese tormento, el hablante se dirige a sus padres para hacer un golpe de estado, les golpea la mesa para imponer algún orden en este caos familiar, se vuelve apolíneo.

El abuelo, a quien está dedicado el libro, aparece como compañero, pero también como una entidad aérea que observa todo lo que acontece. Ahora es cuando el hablante decide ponerse los zapatos del padre, convertirse en él y seguir sus huellas, pero es una vida que no es suya, le molesta: “Me pongo en los zapatos de mi padre./ Me quedan grandes/ y me aprietan.”

Pero este libro, como la vida que es un barco, tiene sus vaivenes y el hablante se retracta de querer salir del hogar pese a la tensión, a su necesidad de tener su propio espacio y hacer las cosas a su manera.

El poema que condensa la realidad vivida, porque la poesía nace de los hechos y viene del inconsciente, como diría Uribe, es el siguiente:


VII

Aún vivo con esta droga, la familia.
Amargas batallas, los amigos no bastan
hay algo en la sangre.

La familia es la única deuda adquirida desde nacer.
Es el único dolor persistente que quiero.

(Tanta piel racionalizada
tanto embarazo posteriormente pensado
la familia, los hijos
el trofeo a lo fugaz)

De las fugacidades nos hicimos.
Nos enseñamos lo que es erótico
y lo que no.

Aprendemos que la forma de olvidar la angustia
es amar al que se la traspasas.

(De las fugacidades que endulzaban nos hicimos)

Hay algún sabor en las batallas
hay algo en la sangre
del animal anterior
que te llevaba dentro.

La infancia, para el hablante, es un hoyo negro dentro del cual cae en sueños y propone, asimismo, una forma de ser feliz que en el fondo es manipular la luz, la euforia. Es por eso que instintivamente nos ata a su misión de coser sonrisas en la cara de la gente, sonrisas falsas, hipócritas, pero sonrisas al fin.


Ahora piensa en otros, imagina otras vidas. Se da cuenta de


Que se necesita un choque o un accidente
Para estar del otro lado del fuego
Para que por fin se detenga el presente
Y pase un día.


En el plano erótico, sigue la búsqueda y nos encontramos ante poemas dirigidos a varias mujeres. Pero él no quiere que le den las sobras: “migajas de ácido amor no sirven”. La necesidad de cambio es urgente por un duelo de melancolía del hablante que se la pasa escuchando casetes y alguien intenta cambiarle la música, pero es inservible, no puede olvidar. Queda maltrecho, no sabe por dónde es que pisa, pero no obstante tiene claridad de que es mejor no saber toda la verdad, quizá por el daño mismo que esa realidad puede infringir en los sentimientos del hablante.

María Paz ofrece y es a su vez quien recibe un cheque en blanco, pero el hablante se da cuenta de que no tiene suficientes fondos y que tendrán que endeudar sus latidos, haciendo una analogía con una cuenta bancaria. No obstante, se pregunta el por qué de la necesidad de crear lazos afectivos, y de tener que mantener los que tiene en su casa.

Debo cerrar todo un tiempo
pero dejaste todo abierto
como un hoyo en la tierra
que es felicidad inaceptable.
(…)

Durmiendo vivo el día
tratando de vencer al concreto
tratando de sacar las manos de este entierro
¿aparecerías tú entre la gente, serías tú nuevamente
quién me mete y me saca de esta oscuridad que es tan cierta?

Como muestra de su peregrinaje hacia la adultez, notamos una visión de la realidad muy distintiva:

Nos seguimos dando la mano
nunca sabremos si es miel o mierda
pero algo de ello hay
es evidente aún con estas moscas y mariposas que vuelan
a nuestro alrededor.

Se da cuenta de que necesita crear lazos para mantener su patria, su origen patriarcal, como cuando abuelo, padre e hijo comían sandías en la terraza y les chorreaba como si fuese sangre.

Confesará que su falta de fe lo llevó a poetizar, y que la poesía puede generar un diluvio, un cambio universal, así como también es un alimento en su vida. Sus poemas habitan ese hoyo que antes llamó infancia, viven en su infancia y él, desde el subsuelo, intenta crear una rendija para que entre la luz a esa melancolía tan típica y cliché del poeta. Es lo mismo que sucede cuando Sylvia Plath, en sus Journals o diarios, habla de esa necesidad de volver al vientre materno para sentirse protegida en los momentos más álgidos. Es por esa infancia con la madre idílica, madre-amor –pese a que le daban papel en vez de dinero y libros en vez de juguetes— que el libro concluye quedándose en ella, sin salir del hogar, sin encontrar la Otra madre-amor, que buscó erráticamente, sin que eso signifique que la búsqueda haya cesado.

La Chascona, 16 de diciembre 20088.

Presentación de Cordón Umbilical, por Pablo Mackenna Dörr

El título de este libro ya nos da luces de las honduras en que decidió meterse nuestro compañero Zanetti. Porque el cordón umbilical, ese extraño puente que nos une con la madre, que nos vincula con nuestro origen, de alguna manera también nos inserta en la fatalidad. Con la fatua, con el destino. Porque de todos los cables que tiramos para armarnos de un sostén en el mundo, el cordón umbilical es el único que no elegimos, que nos viene dado, como una cadena, un ancla, un bozal de piel. Porque es la vida que nos elige a nosotros, sólo nos es dado, con suerte, elegir la muerte. Y por cierto contra ello, hemos de revelarnos. Si buscásemos un par de conflictos que se eternizan en nuestras conductas, lo filial sin duda campea. Y Zanetti se somete al arbitrio, al yugo, a la refrenda de la familia; con toda la inocencia enceguecida del niño y con la certeza quirúrgica del poeta por otro. Hombres somos en la medida de nuestros afectos. Y matar al padre a decir verdad esta bastante desprestigiado. Amar al padre, eso es cueca.

Por fin seremos uno por separado dice Zanetti en su poema tercero, por fin seremos uno por separado conlleva el salvataje y el perdón, porque la busca de la individualidad pasa necesariamente por la aceptación de esa piel que nos viste, mas allá de nuestra propia piel.

Me pongo en los zapatos de mi padre. Me quedan grandes y me aprietan. Dirá. Este verso encierra en su desconcertante construcción la verdadera dimensión dialéctica de lo filial, así como un abrazo bien apretado te puede devolver el aire que te falta.

Zanetti lleva nombre de muchos hombres, poetas, navegantes y tránsfugas; siempre con un pie en la próxima estación, y cae sin embargo en el sino trágico de buscarse en el puzzle de su propia biografía. Se pone una soga al cuello y una piedra en el extremo. Y espera. Que hable la piedra, que sisee el reptil en su garganta.


Hay algún sabor en la batallas
Hay algo en la sangre
Del animal anterior
Que te llevaba dentro

Zanetti logra lo imposible, ama con desparpajo su origen y con ello termina por sellar su venganza.

Entonces puede navegar ya libre de ataduras entre los olores, la opacidad de las estampas de familia, y construirse un mundo a imagen y semejanza del horror, su horror, el más bello de los horrores. El de todos.

Todo se funde: hijo, padre, madre, abuelo, la casa, el zaguán, el viento:

Estuvimos apunto de llover… dirá ¿se han sentido llover? Me parece una sentencia de una belleza incalculable.

Ya desembarazado de su propio embarazo es Zanetti el que construye los puentes. Del puente a su historia, surge el puente a la tierra, a lo concreto, a sus pasos y al origen oculto del arte poética. Y surgen las mujeres, las elegidas. Surge la verdadera ternura y con ella la desazón.


Te ví salir de mi mar de sábanas
Como un iceberg de lino blanco
Cuando cierro los ojos veo
Mayor belleza que cuando los abro

Vuelve a cargar el poeta, el impostor, como un demiurgo aplastado, vuelve a cargar con el peso de sus propias fantasías.

Este cordón umbilical es una red de cables, un tejido entramado de afectos y dolores. Crea Zanetti una gran red de protección, para saltar sobre si mismo. Y nos enseña la dimensión más oculta de las palabras y de las consignas. Que las palabras nos pueden sanar de nosotros mismos.

Quiero detenerme en un último poema porque creo, se trata finalmente de nuestro amigo y no del interpelado como pretende engañarnos. Y es que mas temprano que tarde somos uno, por separado


Es necesario
Haber visto a tu padre
Completamente desnudo al menos una vez

Verlo reir
Verlo llorar
Haberte trenzado a golpes

Escucharlo fornicar cuando eras niño


Yo diría más bien
Que era absolutamente necesario verte Zanetti completamente desnudo alguna vez, verte reír, verte llorar, verte trenzarte a golpes con tu propia mirada, escucharte, fornicar- te, como un niño.

De eso creo se trata este libro
Y se agradece.

Sobre Cordón Umbilical. Por David Villagrán

(Foto lanzamiento segunda edición C.U, de izquierda a derecha: Ernesto González Barnert, Bruno Vidal, Gabriel Zanetti y Arnaldo Cataldo -Malaletra Editores-)



Sobre Cordón Umbilical. Por David Villagrán

"Cuando sólo los muertos te hablan/ todo puede pasar”

Los problemas que surgen en un primer acercamiento crítico a Cordón Umbilical tienen relación con el sujeto y sus transformaciones de un tiempo a esta parte en la poesía chilena, destacando la ironía discursiva parriana ejercida sobre el hablante de la poesía de vanguardia y sus variaciones hasta hoy. De aquella persona retorizada, indistinguible de la persona real, como postulara Enrique Lihn (Prólogo a ‘Los dones previsibles’ de Stella Díaz Varín, 1992) el sujeto poético de las últimas décadas habría devenido más ‘escritura’ y menos ejercicio de una voz, o de un canto donde probablemente la personalidad de la imaginación encaje con la realidad, siendo la fuerza de sus metáforas el principal índice de su recepción. El caso es que, como críticos, podríamos hacer un esfuerzo al no confundir la persona y el sujeto textual como categoría de análisis estructural. Pero el sujeto al cual suele referirse cuando se habla de una poesía que resalta la impersonalidad del acto de escribir, o bien la compleja virtualidad de la escritura como medio, es el sujeto cuya pasión es la crítica en su más amplio sentido. El problema del sujeto en la última poesía chilena y su transformación en discurso, cuyo germen fue ligeramente descrito, parece constatarse en los cambios que han tenido lugar sobre los modos de conjugar imaginación y realidad. Hoy, podríamos decir que se aboga por una poesía muda y capaz de recrear imaginativa y convincentemente la realidad común, o bien, por un texto poético cuyo grado de participación entre autor y lector sea otorgado por una perspectiva crítica intelectualmente convincente de aquella.

En este panorama, Cordon Umbilical, primera publicación de Gabriel Zanetti se retrotrae del más reciente marco de expectativas para presentarnos treinta y cinco poemas que reanudan un diálogo con el sujeto poético corriendo el riesgo de una aventura especular. Esto, porque su tema es el mundo inmediato a la persona, la familia, y también, porque el libro no teme al exceso más difícil de aquella máscara como suele ser el deseo de escritura. Dos cosas que pueden desilusionar fácilmente al lector actual, digamos, en un primer acercamiento. Ahora, que se trate de un libro monológico no significa que los poemas tengan que ser monólogos, sin embargo en muchos poemas se realiza su ejercicio siguiendo a cierta distancia al primer Lihn (‘La pieza oscura’, 1963) Monólogo de un padre a su hijo de meses, o bien, aunque en menor medida, Monólogo del viejo con la muerte. El libro parte con un monólogo exculpatorio al hijo virtual, que es el hijo que se evita o se pospone “Perdóname hijo/ por no querer tenerte”, pero también al hijo que se es “Perdóname/ porque te perdono/ que vengas de mi sexo/ y no de otra parte”. Curiosa forma de abrir un libro que se cierra sobre la familia, como institución y como forma vital del crecimiento y la muerte. No es coincidencia el leve eco a algunos poemas de La pieza oscura, “¿Tendremos el valor de reunirnos esta noche/ padres y hermanos” dice Lihn en ‘Navidad’, “De donde viene esa urgencia/ de generar lazos […] por qué esta casa/ por qué estos sillones/ para que nos veamos las caras” dice el poema XXII de Cordón Umbilical. La familia, el primer lugar común, la obligación de sentir al mismo tiempo que “la memoria no da para tanto” (I), y que “hay algo en la sangre” que no se debe olvidar (VII, VIII), corre con el peso del recuerdo y la desintegración de un orden. Este es el origen indirecto del discurso, que se caracteriza por decir menos de lo que calla cercano al habla, en tanto trabaja la lengua llana, el parlar materno a la manera de la que se llamo escuela ‘hermética’ en la poesía italiana de posguerra: “Soñé que me caía al hoyo inmenso/ Camino por el parque/ llego a la calle y pienso en el sueño./ Sé que ese hoyo/ es mi infancia” (IX) El uso de estas formas que convencen presentando la realidad bajo extrañamiento o un fuerte marco imaginativo es característico de Ungaretti, y de muchos otros.
Ahora, el libro, de brusco discurrir en tanto modela un esquema narrativo, puede comprenderse entre la crisis del sujeto ante el fin del orden familiar y la necesidad de dar forma a su carácter. Una fuerza lo lleva constantemente a añorar el pasado, otra a analizarlo y cuestionarlo, y otra a recuperar la pertenencia a una comunidad. Su más alto registro lo alcanzan poemas en que la angustia y el aislamiento destacan por su presentación humana sin caer en apelaciones fáciles a la emoción del lector, “Si desato estos nudos ciegos/ veré una luz muy lejana/ como la luz de otra ciudad que vimos/ antes de escribir” (XXIX).
El deseo de “cerrar todo un tiempo” (XXV) a la vez que el cierre de los ojos ante la realidad presenta para el sujeto mayor belleza que lo real, constituye una primera conquista de independencia para el hablante, una primera crisis en la comprensión de su oficio. Sin embargo, el registro metapoético es uno de los puntos más bajos del libro en poemas que no se distinguen de lo que sería un conjunto de apuntes en una libreta. Luz es lo que dicen buscar, palabras que digan sin ser palabras. Sin embargo en el tránsito de un poema a otro el hablante no parece retener el camino que ha propuesto. Escribiendo olvida que la escritura nace como registro. Pues hay poemas que ya se han hecho cargo de mostrar al lector una forma de poesía sin la necesidad de postularla.
Se trata de una poesía cuya imaginación es fiel a la realidad en algunos puntos de importancia, profundamente humana –la sinceridad es una categoría ajena a la literatura-, y breve; cuya única falta es haber sido escrita antes de una manera que sin embargo no puede negarle su existencia. A este respecto, la juntura entre el sujeto textual y el escritor, fuera del texto que constituye su primera publicación, vuelve a encontrar su lugar en la literatura, “donde el hombre o la mujer joven que ha escrito unos pocos poemas y que desea leerlos no es más que el voluble converso o la persona que, al mirarse al espejo, descubre de pronto los rastros de una inesperada genealogía.” La cita es de Wallace Stevens.

16 mayo, 2009

Impresiones para un prólogo memorable, por Erick Pohlhammer


IMPRESIONES PARA UN PRÓLOGO MEMORABLE
Por Erick Pohlhammer

“Te invito a conmigo vivir” Diego Maquieira
“No sabíamos como monjas salir de allí” Diego Maquieira.

*

“Sé que las palabras se corroboran con los años
pero a mí no me alcanzará el tiempo:”

(II)

“y en palabras como estas
que no alcanzamos a decirnos”.

(II)

Hay un misterio en estos poemas.

*

Hay musicalidad, consciencia melodiosa.

“Its flows”, - le dijeron a Parra (hablándole del “Hombre Imaginario”)
No me acuerdo quién se lo dijo (o se lo dijo un gringo, no sé)

*

Se concretizan las imágenes, tono, antipoético neto.
Naturalidad de un habla serena.

“Mi madre duerme sola,
al mismo costado de la cama que antes.
Del otro lado: una radio.”

(IV, Un año)

“Imaginemos que cada palabra sea una imagen” Ezra Pound

“No hay plata para cigarrillos
sólo hay para:
galletas
helados
shampoo y bálsamo
atunes
y la habitación donde vive mi padre.”

(IV, Un año)

Veo una radiografía de una casa chilena.

“Toda familia es infeliz a su manera” León Tolstoi

“Mis hermanas están celosas de mi chica
antes la mala de la película
era mi madre”

(IV, Un año)


Hay Algo le molesta al hablante.

“Desde que mi padre no está
sólo peleo conmigo.”

(IV, Un año)

El poema IV (Un año) es un poema memorable.

*
Según el Crítico David Pohlhammer, este poema merece nota 1500.

*
Hay un distanciamiento a lo Brecht, de técnica impresionista y por pasajes puntillista.

Es equivalente al cuadro “La escena campestre” de Georges Pierre Seurat. En vez de describir una escena campestre, describe múltiples escenas de una familia, específica, de clase media chilena, encerradas en un bungalow.
IV (Un año)

*
El poema V (Los retratos lo dicen)
Es una bella flor que remite a “La Pieza Oscura” de Enrique Lihn.

“Cuando sólo los muertos te hablan
todo puede pasar”.

“No hay arrepentimiento
cuando estás en un sofá sólo”

“Créeme que no hay arrepentimiento
créeme aunque esté hablando con fotografías”

*

La familia como droga me parece genial esa idea. Relación de oxímoron del hablante con la droga. Que el lector ahueonao lo descubra.

*

Este libro nos lleva, según Josu Aitor en su tesis de grado “La relación entre el ego y la neurosis” a ver la síntesis lírica de la teoría de la personalidad autoritaria (Fascist Scale) Theodor Adorno –marxista psicoanalista de la escuela de Frankfurt-.

*

Es un libro ideal para monjes budista, este es el último satori, sobre todo para monjes en blanco, sin este libro, es imposible que los monjes alcancen la iluminación.

*

Por supuesto la laucha lauchera e individualista Baúl Zurita, conocido en Antofagasta como “Baúl de las Basuritas de los antepenúltimos días”, una especie de testigo de Jehová pero ateo, es incapaz de saber siquiera lo que es un satori, ya que vive en estado de sollozo permanente, ya que vino a sollozar a la madre tierra y asegura con una soberbia lamentable que si fuéramos felices no haríamos arte, siendo que centenares y miles de artistas señalan que han hecho su obra en momentos de serenidad y felicidad, menos se iluminará con este libro, él y sus huéspedes parasitarios (que se alimentan de queso, vino en caja Gato y premios), este libro es un antídoto a la neurosis Zuritiana, asegurando como una suerte de gurú confuso, que Enrique Lihn, Jorge Teillier y Gonzalo Rojas son poetas menores, por que “no dan cuenta de la gran grieta” ¿qué grieta? ¿La gruta Lourdes?

*

Cómo puede ser que una persona diga “Si los extraterrestres bajan a la tierra y leen a Enrique Lihn no saben lo que pasó en Chile”, además que pichula (y decimos pichula con elegancia, porque “la elegancia ante todo”) (¿Hay algo más elegante que una pichula enhiesta, erguida y principesca o en su estado de sauce lacio, es de una elegancia monárquica) (el que considere que no es señorial o no la ha vista en su gloria fenomenológica debe tener los siete velos de Isis entre la retina y el iris) le pueden importar a los extraterrestres lo que pasó en Chile, los extraterrestres están hace muchas décadas en la tierra, tienen misiones transnacionales y no locales (El movimiento de la unidad de poéticas móvil, alias Libre Tratado de Cultura (el TLC Cultural) está absolutamente a favor de los extraterrestres, de hecho el lema es “Ama al extraterrestre como a ti mismo”).

Lo que ellos quieren es combatir la tendencia la cristalización del gobierno mundial.

*

Los poetas que se quedaron en la dictadura militar valen callampa, están “pegados” en la grieta, en el hoyo que quedó en el bombardeo a La Moneda -causado por ellos mismos-.

*

“La angustia es la brecha entre el ahora y el después” Fritz Perls,
(qué wena la cita de Perls!!! comenta Josu Aitor )

*

Que los seudo poetas no sean tan palurdos y responsabilicen a la historia de sus angustias existencial. Acota la epistemóloga y musa Dominique Constanza Zorat “además Zurita vive como espectador de todo lo que le molesta y no hace nada por ello”

*

Limitar la poesía a hacer crónica histórica o testimonio, limitar a la poesía a reflejar la historia es un aborto vital a corazón volcánico de la poesía.

Lávense el pelo con leche y déjense de rezongar.

*

A Buda le fascinaría este libro, a Jesús no (al menos al Jesús que nos han enseñado, porque al verdadero le gustaría), quizás a Crishna.

*

Con este libro se corta el Cordón Umbilical del tono lloriqueante neo seudo cristiano torturado, no del verdadero espíritu cristiano celebratorio y claro como los poemas del sacerdote católico del opus dei José Miguel Ibáñez Langlois o Teilhard de Chardin. Este es un pequeño paso para la gran poesía chilena y un gran paso para la historia de la poesía universal.

Santiago, 17 de mayo de 2008.

Presentación de Cordón Umbilical, por Ernesto González Barnert

(Pintura original de la portada, Sebastián Maquieira, Libre Comercio 2, óleo y serigrafía s/tela, 120 x 100 cm)

Cordón Umbilical, poemario de Gabriel Zanetti
(Malaletra Editores, Segunda edición, Abril del 2009)

Por Ernesto González Barnert
Julio del 2009.

La naturalidad del arrojo, el dedo en la llaga de este libro: la familia. Podría ser un buen comienzo para empezar a cortar este cordón umbilical, subrayar la punta de este libro que no lo necesita, puesto que es un libro memorable, en la medida que sus versos ayudan a la memoria. Son parte nuestra. Nos devuelven la verdadera poesía social, que con toda razón, es la del ser en familia. Y como tal, el lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen. Así como el dolor y la intimidad. En términos generales, la convivencia familiar no es fácil, se dificulta cada vez más, exacerbada por el individualismo, materialismo y egoísmo que propone el modelo económico imperante. Donde cada día es más difícil sobreponerse a problemas generacionales, roces, exigencias incomprendidas, autoritarismos, rebeldía, en un sistema –repito- que promueve el individualismo, la estupidez emocional, la ganancia de dinero como virtud. Ahí veo yo la importancia de la familia. Porque no es –aunque el sistema financiero se empeñe en hacernos creer- el comercio, la oficina o la fábrica. Ni siquiera la escuela o liceo. Es la familia o la ausencia de ella, la que nos determina en grado sumo, el núcleo de lo social. Y contra ese ácido y raro zumo –o droga nos diría Gabriel- muchas veces no tenemos nada más que hacer. Sí, aprender a conllevarla para bien o para mal, perdonando, asintiendo.

Karl Krauss dice que cuando los padres han construido todo, a los hijos sólo les queda derribarlo. Sófocles que los hijos son las anclas que atan a la vida a las madres. Y Voltaire que buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una. Zanetti navega este triangulo de las bermudas. Y no sin duende.

Sabe que el timón se inclina al huacherío en estas aguas, que los abuelos son padres de sus nietos; madres son padre y madre a la vez y tampoco dejan de ser mujeres por más que algunos hijos se empeñen en negar esa parte postergada de su madre; los padres son desaparecidos o están ausentes, son golpeadores o no les dieron a sus hijos lo que ellos creyeron que era lo necesario, padres que no saben hacer cariño, padres conchas de su madre que la madre omite animando la fantasía del niño y la propia por un pater azul, o exacerbando el odio hasta lo incurable en ella y sus hijos contra tal, etc. Y todo esto negado o camuflado socialmente ante la anquilosada idealización postal de la familia del sueño americano, esa versión edulcorada y anodina que la imaginería político social propone. Y claro, reforzado por una educación que nos hace analfabetos emocionales.

La familia es una escuela bastante dura casi siempre, en algunos casos, un verdadero sacrificio azteca. Pero tampoco exageraremos la infelicidad, tan propio de los poetas chilenos dados en el último tiempo a competir por quien es la mayor víctima del sistema. Y principalmente, porque cuando uno es niño no alcanza a percatarse de nada. Juega pese a todo. Todo es asombroso. La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras o las que nos hacemos de mayor. Sobre todo si el libro de Gabriel Zanetti cumple a cabalidad con lo que dice Oscar Wilde: Los niños comienzan por amar a los padres. Cuando ya han crecido, los juzgan, y, algunas veces, hasta los perdonan. De esta escuela Zanetti ha forjado su ópera prima, ha moldeado su carácter según el temple de los suyos, ha trinchado el cordón umbilical.

Sin duda, este no el primer libro de Gabriel (1983, Stgo), sino el primer gran libro o poema que todos deben escribir algún día. O leer. Zanetti ya lo puso en sus y nuestras manos*.

* Una selección pertinente de este poemario puede hallarse en la entrevista que le hice en Letras.s5.com: http://www.letras.s5.com/egb290507.htm.