martes, 15 de septiembre de 2009

Presentación de Cordón Umbilical, por Pablo Mackenna Dörr

El título de este libro ya nos da luces de las honduras en que decidió meterse nuestro compañero Zanetti. Porque el cordón umbilical, ese extraño puente que nos une con la madre, que nos vincula con nuestro origen, de alguna manera también nos inserta en la fatalidad. Con la fatua, con el destino. Porque de todos los cables que tiramos para armarnos de un sostén en el mundo, el cordón umbilical es el único que no elegimos, que nos viene dado, como una cadena, un ancla, un bozal de piel. Porque es la vida que nos elige a nosotros, sólo nos es dado, con suerte, elegir la muerte. Y por cierto contra ello, hemos de revelarnos. Si buscásemos un par de conflictos que se eternizan en nuestras conductas, lo filial sin duda campea. Y Zanetti se somete al arbitrio, al yugo, a la refrenda de la familia; con toda la inocencia enceguecida del niño y con la certeza quirúrgica del poeta por otro. Hombres somos en la medida de nuestros afectos. Y matar al padre a decir verdad esta bastante desprestigiado. Amar al padre, eso es cueca.

Por fin seremos uno por separado dice Zanetti en su poema tercero, por fin seremos uno por separado conlleva el salvataje y el perdón, porque la busca de la individualidad pasa necesariamente por la aceptación de esa piel que nos viste, mas allá de nuestra propia piel.

Me pongo en los zapatos de mi padre. Me quedan grandes y me aprietan. Dirá. Este verso encierra en su desconcertante construcción la verdadera dimensión dialéctica de lo filial, así como un abrazo bien apretado te puede devolver el aire que te falta.

Zanetti lleva nombre de muchos hombres, poetas, navegantes y tránsfugas; siempre con un pie en la próxima estación, y cae sin embargo en el sino trágico de buscarse en el puzzle de su propia biografía. Se pone una soga al cuello y una piedra en el extremo. Y espera. Que hable la piedra, que sisee el reptil en su garganta.


Hay algún sabor en la batallas
Hay algo en la sangre
Del animal anterior
Que te llevaba dentro

Zanetti logra lo imposible, ama con desparpajo su origen y con ello termina por sellar su venganza.

Entonces puede navegar ya libre de ataduras entre los olores, la opacidad de las estampas de familia, y construirse un mundo a imagen y semejanza del horror, su horror, el más bello de los horrores. El de todos.

Todo se funde: hijo, padre, madre, abuelo, la casa, el zaguán, el viento:

Estuvimos apunto de llover… dirá ¿se han sentido llover? Me parece una sentencia de una belleza incalculable.

Ya desembarazado de su propio embarazo es Zanetti el que construye los puentes. Del puente a su historia, surge el puente a la tierra, a lo concreto, a sus pasos y al origen oculto del arte poética. Y surgen las mujeres, las elegidas. Surge la verdadera ternura y con ella la desazón.


Te ví salir de mi mar de sábanas
Como un iceberg de lino blanco
Cuando cierro los ojos veo
Mayor belleza que cuando los abro

Vuelve a cargar el poeta, el impostor, como un demiurgo aplastado, vuelve a cargar con el peso de sus propias fantasías.

Este cordón umbilical es una red de cables, un tejido entramado de afectos y dolores. Crea Zanetti una gran red de protección, para saltar sobre si mismo. Y nos enseña la dimensión más oculta de las palabras y de las consignas. Que las palabras nos pueden sanar de nosotros mismos.

Quiero detenerme en un último poema porque creo, se trata finalmente de nuestro amigo y no del interpelado como pretende engañarnos. Y es que mas temprano que tarde somos uno, por separado


Es necesario
Haber visto a tu padre
Completamente desnudo al menos una vez

Verlo reir
Verlo llorar
Haberte trenzado a golpes

Escucharlo fornicar cuando eras niño


Yo diría más bien
Que era absolutamente necesario verte Zanetti completamente desnudo alguna vez, verte reír, verte llorar, verte trenzarte a golpes con tu propia mirada, escucharte, fornicar- te, como un niño.

De eso creo se trata este libro
Y se agradece.

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